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Imagine por un momento que pudiera obtener los beneficios del ejercicio sin mover un solo músculo. Aunque parezca ciencia ficción, un equipo de investigadores ha desarrollado un compuesto capaz de imitar los efectos del entrenamiento físico. Su nombre es SLU-PP-332, y estudios recientes ha demostrado que puede activar rutas metabólicas similares a las del ejercicio, engañando al cuerpo para que funcione como si estuviera en plena sesión de entrenamiento.
Una investigación publicada en ACS Chemical Biology en 2023 reveló que este compuesto activa los receptores ERR (α, β y γ), reguladores clave del metabolismo energético. Al hacerlo, aumenta la eficiencia mitocondrial y promueve la quema de grasas. En pruebas con ratones, los animales tratados corrieron un 70 % más de tiempo y un 45 % más de distancia en comparación con aquellos que no recibieron el compuesto. Esto se debe a un cambio en la composición del músculo, con un aumento de las fibras musculares tipo IIa, propias de atletas de resistencia.
Según el investigador principal, el profesor de Farmacia de la Universidad Saint Louis de Florida (Estados Unidos) Thomas Burris, “este compuesto le dice al músculo esquelético que realice los mismos cambios que se observan durante el entrenamiento de resistencia”.
Ahora bien, los efectos de SLU-PP-332 van más allá de la resistencia. En 2024, otro estudio publicado en Journal of Pharmacology and Experimental Therapeutics demostró que el compuesto podría ayudar en el tratamiento de la obesidad y el síndrome metabólico.
Cuando se administró a ratones obesos durante un mes, estos perdieron un 12% de su peso corporal y acumularon 10 veces menos grasa, sin alterar su dieta ni actividad. Además, mejoraron su sensibilidad a la insulina, un hallazgo prometedor para la diabetes.
Asimismo, hay indicios de que podría tener efectos en el corazón y en el cerebro. En la reunión anual de la American Chemical Society de 2024, varios investigadores informaron de que compuestos como el SLU-PP-332 podrían fortalecer el corazón en los casos de insuficiencia cardiaca y tener propiedades neuroprotectoras en enfermedades como el alzhéimer.
¿Cuándo estará disponible la “pastilla del ejercicio”?
A pesar de los avances, el fármaco aún anda lejos de estar al alcance de la sociedad. Solo se ha probado en células y modelos animales, por lo que de momento no puede usarse en humanos
El desarrollo de fármacos es un proceso largo. Según Burris, antes de llegar al público se deben realizar más estudios de seguridad y eficacia, optimizar su administración (actualmente en inyecciones) y realizar pruebas en humanos. “Llevar esto a humanos toma su tiempo”, advierte el coautor Bahaa Elgendy. Los expertos estiman que podría tardar una década antes de su comercialización.
Para acelerar el proceso, los científicos han fundado la startup Pelagos Pharmaceuticals,, que busca llevar el SLU-PP-332 a ensayos clínicos. Actualmente, se están probando versiones mejoradas en modelos de obesidad, insuficiencia cardiaca e insuficiencia renal, y explorando su potencial en enfermedades neurodegenerativas.
¿Cómo reaccionaría nuestro cuerpo al SLU-PP-332?
Si se aprueba, la “pastilla del ejercicio” podría tener efectos fisiológicos importantes. Entre sus beneficios potenciales están:
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Mejora del metabolismo: aumenta la quema de grasas y el gasto energético basal, lo que podría ser útil en el tratamiento de la obesidad y la diabetes.
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Mantenimiento de la masa muscular: en estudios con animales, previno la pérdida de músculo, lo que podría ayudar a personas con movilidad reducida o adultos mayores.
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Aumento de los beneficios en órganos vitales: activar los receptores ERR podría fortalecer el corazón y tener efectos neuroprotectores.
Por otro lado, aunque mejora el metabolismo y la resistencia, no fortalece los huesos ni las articulaciones, ni se sabe si puede replicar los beneficios psicológicos del ejercicio, como la reducción del estrés o la mejora del estado de ánimo.
Por tanto, con lo que se ha probado hasta ahora, no se puede afirmar que este compuesto pueda reemplazar completamente la práctica de ejercicio.
Efectos más allá de la medicina
El impacto de esta “pastilla del ejercicio” podría superar los límites de la medicina. Y es que, aunque podría mejorar la calidad de vida de las personas con enfermedades metabólicas, también plantea riesgos de carácter social.
Uno de ellos es la percepción errónea de que ya no es necesario hacer ejercicio. Si se comercializara como una solución fácil, algunas personas podrían abandonar la actividad física, lo que podría debilitar la cultura del deporte y generar problemas de salud asociados al sedentarismo.
Otra preocupación sería su posible abuso en el deporte competitivo. En el pasado, compuestos como GW501516 y AICAR, que también aumentaban la resistencia, fueron prohibidos por la Agencia Mundial Antidopaje.
Si se mostrara que el SLU-PP-332 es eficaz en humanos, es probable que se prohibiera en competiciones y que las agencias antidopaje tuvieran que desarrollar pruebas específicas para detectarlo.
También hay interrogantes sobre su accesibilidad. Tal y como ocurre con los tratamientos innovadores, es probable que su costo inicial sea elevado, lo que podría generar desigualdades entre quienes pueden pagarlo y quienes no.
Además, surge la pregunta: ¿deberían los sistemas de salud cubrirlo? Si se usa para tratar enfermedades graves, podría justificarse su financiación. Pero si se busca simplemente la mejora en el rendimiento físico, su cobertura sería cuestionable.
Si se aprueba, la sociedad debería decidir cómo integrarla de forma responsable. Las próximas fases de investigación serán clave para definir si este fármaco será un aliado para la salud o una excusa para la inactividad. ¿Estamos ante una revolución o ante una peligrosa comodidad? El tiempo y la ciencia tendrán la última palabra.

Álvaro Carmona no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.