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El wolframio es el único elemento de la tabla periódica que tiene dos nombres: wolframio (que deriva de la expresión en alemán “baba de lobo”) o tungsteno (“piedra pesada” en sueco). El primero fue el nombre que le dieron sus descubridores, los hermanos españoles Juan José y Fausto Elhuyar, y de ahí su símbolo químico: W. En el resto del mundo y, sobre todo, en el mundo anglosajón, lo llaman tungsteno.
Curiosamente, y aparte del nombre, este elemento ha generado controversias muy relacionadas con conflictos bélicos. En época de la dictadura franquista se desató la llamada “crisis del wolframio”. Franco vendió este mineral a los alemanes, fundamental para su maquinaria de guerra, lo que suponía una potencial ventaja militar frente a los aliados.
En la actualidad, de nuevo, el wolframio es tema de conversación porque es uno de los elementos incluidos en los 47 proyectos estratégicos de explotación de materias primas críticas en territorio de la Unión Europea (UE).
La razón subyacente en esta decisión es el contexto geopolítico global; la importancia del sector espacial y de las comunicaciones, muy cercano en materiales a la industria de defensa; y el riesgo de posibles interrupciones en el suministro, con una posible competencia entre estos sectores para obtener los mismos materiales (titanio, wolframio, cobalto).
La guerra de Ucrania y la nueva postura de Estados Unidos, con Trump como presidente, plantean políticas en las que Europa ha de ser autosuficiente. Por eso, la UE ha decidido promover algunas explotaciones mineras dentro del continente.
El wolframio en la guerra
El wolframio es un elemento situado en el grupo 6, en los metales de transición de la tabla periódica, junto con el cromo y el molibdeno. Forma parte del grupo de minerales 3TG debido a las iniciales en inglés de los elementos: tin (estaño), tantalum (tántalo), tungsten (wolframio) y gold (oro). Todos estos metales son importantes y su comercio está regulado por legislaciones de alcance internacional, ya que muchas veces se extraen de zonas en conflicto y sirven para financiarlos.
Por sus propiedades, el wolframio es sin duda el elemento de la guerra. Su producción en España tiene una clara relación con el desarrollo de conflictos bélicos a nivel mundial.
Por su densidad, se utiliza para fabricar munición perforante, y sus aleaciones con tántalo se emplean en aplicaciones balísticas, en armamento y en recubrimientos. También está presente en la fabricación de plataformas y elementos estructurales de aeronaves y equipos de defensa, cuerpos exteriores de tanques, barcos terrestres y vehículos blindados junto con otros materiales esenciales como son el acero, el cobre, el aluminio, el titanio y las cerámicas.

Precisamente, algunos metales se combinan con pequeñas cantidades de este elemento para formar aleaciones especializadas. No solo se añade como tal, sino que las mezclas de carbono y wolframio se utilizan para maquinaria de corte.
Las superaleaciones para naves espaciales están principalmente basadas en níquel o cobalto, aunque con una cantidad sustancial de niobio o wolframio, ya que es adecuado para aplicaciones de alta temperatura. Por ejemplo, se utiliza en vehículos supersónicos e hipersónicos.
El metal es tan importante que, en Estados Unidos, las existencias son gestionadas por la Agencia de Logística de Defensa, que supervisa el establecimiento de reservas estratégicas de este, así como las de antimonio, litio y tierras raras, principalmente para el sector de defensa.
En la UE, una proporción sustancial de la demanda del wolframio se cubría con importaciones chinas que llegaban a nuestro continente por corredores comerciales y ferrocarriles a través del territorio ruso.
Plan europeo de minería del wolframio
Con estos antecedentes y frente a la situación actual, se entiende el plan minero que se pretende desarrollar en Europa. Este invertirá en los próximos años 22 500 millones de euros en el impulso de proyectos que pongan en práctica lo recogido en la Ley de Materias Primas Críticas (CRMA) para reducir la dependencia de otros países.
Los proyectos focalizados en la extracción se desarrollarán en Bélgica, Francia, Italia, Alemania, España, Estonia, Chequia, Grecia, Suecia, Finlandia, Portugal, Polonia y Rumanía. La lista incluye también diez proyectos dedicados al reciclado, la mayoría de los cuales se desarrollarán en Italia.
En España, por ejemplo, se pretenden llevar a cabo siete proyectos. La elección de este país no es casualidad, ya que, hasta el año 2016, aproximadamente un tercio de la producción europea correspondía a tres países: España, Portugal y Austria.
De hecho, España y Portugal tienen el denominado “Cinturón Ibérico del Wolframio y Estaño”, del que entre 1900 y 2019 se extrajeron 265 329 toneladas de concentrados de mineral de wolframio. Portugal aportó aproximadamente un 77 % y España el 23 % restante.
Los yacimientos importantes se sitúan en la mina Los Santos, al sur de Salamanca, que desde 2011 es de propiedad estadounidense, y la mina La Parrilla, en Almoharín (Cáceres), considerada como una de las mayores de wolframio en Europa, con 49 millones de toneladas de recursos totales. Esta fue explotada por Iberian Resources Spain S. L. desde 2011 y en 2023 fue comprada por Black Rock.
Las explotaciones mineras de wolframio que quiere impulsar la UE se situarán en Ciudad Real, a 9,5 kilómetros de la localidad de Abenójar, y en Extremadura, en La Parrilla.
Después de todo lo expuesto se puede decir que, en tiempos de guerra, vuelve el wolframio.

Vanessa Tabernero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.